View article

<< Con la lógica se llega a la realidad sólo en parte»>, rezongaba el antiguo comandante de policía del cantón de Zurich, contemplando con reprobación a su interlocutor, autor por profesión de novelas policíacas.<«< Ustedes, los escritores, construyen la acción siguiendo las reglas de la lógica, como si organizaran una partida de ajedrez: aquí el asesino, aquí la víctima, aquí el cómplice, aquí el beneficiario del crimen. Basta con que el detective conozca las reglas del juego para que logre acorralar al asesino y triunfe la justicia. Para ustedes no cuentan lo contingente, lo incalculable, lo inconmensurable; y, sin embargo, nuestras leyes no se apoyan en la causalidad, sino en la probabilidad y la estadística; afectan a lo universal y no a lo particular, porque el individuo queda al margen de cualquier cálculo.

>> Y esto proseguía implacable nuestro enojado personaje es lo imperdonable en las novelas policíacas: que el escritor las construye siguiendo las reglas de una lógica ajena a la realidad, extraña a lo contingente, a lo inconmensurable ya lo individual. Esto es lo imperdonable, porque la otra obsesión, la de encontrar un final feliz, está justificada. Al fin ya la postre, es ésta una de las mentiras con las que mantenemos el Estado y la sociedad, incapaces de subsistir sin la fe de sus ciudadanos en un orden moral. Y es que cualquier público y cualquier contribuyente tienen derecho. a creer en sus héroes y en sus finales felices, en un mundo ordenado en que al cabo triunfa la justicia: el hé-